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Película para ver muy despacio y detenidamente.
Trailer (2:18)
Hay obras artísticas que exigen del espectador un esfuerzo para poder asimilarlas. No es arte digerido ni dirigido sino una presentación esquemática que posteriormente se tiene que procesar según el criterio personal de cada observador. Viene esta explicación a cuento para justificar el inicio del comentario de la película El cielo sobre Berlín (Wim Wenders, 1987). No es una película cómoda para grandes audiencias ya que su principal riqueza está en la observación.
Básicamente la sinopsis de la película es la siguiente: Dos ángeles guardianes sobrevuelan Berlín. Damiel (Bruno Ganz) y Casiel (Otto Sander) son ángeles que vagan por un Berlín de finales de los 80. Un país dividido, no recuperado todavía de la posguerra. Estamos en 1987 y la ciudad se encuentra aún partida por el muro de la vergüenza. Recordemos que el muro cayó en 1989. Dos años después de la filmación.
Sería un gran paso poder llegar a casa después del trabajo y, como Philip Marlowe, dar de comer al gato, tener fiebre, ensuciarme los dedos con el periódico... (3:16)
Los ángeles están allí, sin intervenir en las vidas que están observando, impotentes. Son invisibles. Salvo para los niños. Los ángeles son testigos de la historia y de los acontecimientos de la ciudad y sus humanos, hasta que uno de ellos, decidido a sentir las sensaciones y sentimientos de los mortales, se enamora y sacrifica su inmortalidad.
¿Qué es esto?¿Qué está pasando? Todavía estoy aquí. Si quisiera, solo si quisiera...solo tengo que desearlo y podré salir de este agujero. (1:27)
Damiel (Bruno Ganz) |
Pero también es una obra poética. Peter Handke, poeta, es el guionista de la película junto con Wenders. Ambos elaboran unos diálogos que reflexionan sobre la vida, la muerte, las preocupaciones más frecuentes del ser humano y las pequeñas cosas cotidianas en las que generalmente sólo nos fijamos cuando somos niños.
Vemos la mayor parte de la película a través de los ojos de dos documentalistas fascinantes: los ángeles Damiel y Cassiel. En ello radica la brillantez de los sueños de Wenders en la película. Esta perspectiva nos permite ver el mundo (Berlín) a través de ojos diferentes, sin pretensiones.
Durante gran parte del film nos encontraremos que no hay un argumento claro. Realmente, es que no hay argumento. No se sabe dónde quiere llevarnos la historia y solamente en determinados matices podemos atisbar algo el horizonte en el que acabaremos desembocando.
Estas dos almas errantes escuchan los pensamientos de todo el mundo (casi constante voz en off) y sólo pueden ser vistos por los niños, que aún piensan en cosas que los adultos han dejado de cuestionar. Así pues, durante los primeros compases del filme, simplemente nos encontraremos con los pensamientos aislados de los humanos que, sin saberlo, están siendo observados. Se nos dan los mismos privilegios que los ángeles, una visión voyeurista de pensamientos e ideas de gentes con multitud de problemas y angustias. Todo ello rodeado de unas poéticas imágenes y de un apoyo musical verdaderamente acertado. Pura literatura cinematográfica. Algo tan extraño y diferente que hará que esta película guste a un público verdaderamente reducido.
Como habíamos dicho, uno de los ángeles, Damiel, comienza a plantearse el deseo de experimentar todas esas sensaciones que sólo puede observar. Quiere dejar de saberlo todo y comprender el sentido de las palabras que escucha.
Eso hace que se enamore de una atractiva trapecista de circo. Es en ese momento cuando se empezará a desarrollar levemente una pequeña trama, que una vez más sigue siendo una excusa para obsequiarnos con decenas de reflexiones sobre la vida, el amor y el ser humano, tanto por medio de palabras como de imágenes. Cierto es que, en ocasiones, dichas divagaciones poéticas más bien se convierten en incomprensibles desvaríos que casi no hay por dónde coger, pero en líneas generales, dan lugar a una obra verdaderamente interesante y perfecta, muy lenta pero gratificante de ver.
Tengo miedo de esta noche... ¡qué tonta! El miedo me pone enferma porque siempre hay una parte de mi que tiene miedo y la otra que no piensa en ello. ¿Cómo debo vivir? Quizás esa no sea la cuestión...¿Cómo debo pensar? (8:11)
Fotografía y ambientación acordes con la idea que se quiere transmitir. Así como de la utilización de fantásticos planos aéreos de la ciudad de Berlín,
Wenders utiliza el blanco y negro para las escenas vividas por los ángeles, que no pueden sentir ni siquiera los efectos de los colores. Y color, color intenso, para las escenas vividas por los humanos.
Todo en la película es sereno y metódico, negro y blanco. A excepción del color que estalla en la escena cuando un ángel no está presente.
Sin duda una de las curiosidades de la película es la presencia de Peter Falk, el actor que da vida al teniente Colombo, interpretándose a sí mismo mientras rueda una película sobre la época nazi en Berlín pero es que, además, también es un ex ángel que decidió convertirse en mortal.
He estado muy sola, pero nunca he vivido sola. (6:14)
Iconografía perfecta que identifica exactamente el entorno en el que se desarrolla la acción: El muro omnipresente, un viejo judío que recuerda como fue su ciudad, una mujer equilibrista, un circo de mala muerte, la filmación de una película sobre la Alemania Nazi, el actor, el ángel, la biblioteca y la pérdida de la inmortalidad a cambio de estar con ella. Etc.
Siempre opino que uno se debe sentar a ver una película sabiendo lo que va a ver. La actitud mental previa es esencial para captar cualquier mensaje (ya sea informativo o artístico) así nadie podrá extrañarse de lo que se encontrará al visionar El cielo sobre Berlín.
Película perfecta de Wenders bastante diferente a todo lo que ha sido llevado a la pantalla, antes o después en relación con la misma temática. No es de extrañar que Hollywood fracasara estrepitosamente en su intento de remake. Decir que los protagonistas de este intento fueron Nicolas Cage, Meg Ryan define claramente el segmento de taquilla al que iba dirigido.
FICHA:
Título original: Der Himmel über Berlin
Director: Wim Wenders
Guionistas: Wim Wenders y Peter Handke
Año: 1987
Duración: 128 m
Reparto: Bruno Ganz, Solveig Dommartin, Otto Sander, Curt Bois, Peter Falk, Hans Martin Stier, Elmar Wilms, Sigurd Rachman, Beatrice Manowski