2020 Exposición Caixa Forum.Vampiros. La evolución del mito |
"Nosferatu. Quizás la palabra no te suene como el grito nocturno de un pájaro de mal agüero. Pero guárdate de pronunciarla o las imágenes de la vida se desvanecerán en las sombras. Sueños espectrales saldrán de tu corazón y se alimentarán de tu sangre."
Hutter recibido por el extraño conde Orlock
Nosferatu. Siempre ha sido mi vampiro preferido desde que vi esta terrorífica película de pequeño. Es, sin duda, una de las mejores películas de vampiros de la historia. Su horripilante monstruo marcó para siempre el género de terror y el mito del vampiro. Es la visión alternativa del universo de Drácula, pero mucho más siniestra e interesante. Porque al pensar en Drácula vemos a Bela Lugosi. Lugosi sin duda fue genial, pero para mí, interpreta a Drácula como un protagonista machista seductor, que resulta ser un monstruo. Max Schreck, el misterioso actor alemán interpretó al Conde Orlok/Nosferatu como una fuerza oscura de la naturaleza.
El Nosferatu de FW Murnau es, en muchos sentidos, más fiel a la novela de Stoker que la versión teatral británica que Tod Browning filmó con Lugosi. Nosferatu oculta tras su realización una serie de misterios cuyas redes se extienden hasta la actualidad, concretamente hasta hace unos pocos años. En 2015 la cabeza del prestigioso director Friedrich Wilhelm Murnau fue arrancada de su cadáver en lo que las autoridades creen que pudo ser un crimen de tintes ocultistas.
Tras la primera noche, Hutter se levanta con una marca de colmillos en su cuello
La película data de 1922 y es curiosa la historia de demandas judiciales que se interpusieron con motivo de la obra de Murnau.
Del Conde Drácula al Conde Orlok:
En 1897 el irlandés Bram Stoker publicó su novela Drácula, inspirada en las leyendas eslavas de vampiros y en las atrocidades que se atribuían al célebre voivoda de Valaquia del siglo XV, Vlad III Drăculea, Hijo del Dragón, popularizado para la posteridad como Vlad Tepes, El Empalador.
La novela Drácula de Bram Stoker narra la extraña historia del abogado Jonathan Harker que en 1890, tiene que viajar a Transilvania, al este de Europa, para solucionar con un tal conde Drácula unos aspectos del contrato de la casa que acababa de adquirir en Londres.
El Conde no es el tipo de hombre que el joven Harker esperaba conocer. Debajo de su enigmática apariencia se esconde su verdadera identidad, la de un vampiro resentido que perdió al amor de su vida, Elisabeta, hacía cuatrocientos años.
Durante el trato con el abogado, el Conde ve una fotografía de este con su prometida Mina, a la que saca un tremendo parecido con su fallecida. Cegado por los recuerdos que le trae esta chica y por el deseo de conocerla, Drácula abandona su residencia de Transilvania y se dirige a Londres, donde acabará aterrorizando a los conocidos de Harker y Mina, sobre todo a la mejor amiga de esta última, a la que intenta absorberle la vida.
Sacrificio para salvar a la persona amada
La difusión de la novela de Stoker llevó a que en 1922 el director alemán Friedrich Wilhelm Murnau decidiera llevarla al cine. Sin haber adquirido los derechos de la obra, Murnau optó por cambiar el título a Nosferatu, una sinfonía del horror, modificó los nombres de los personajes y los lugares donde transcurre la acción. Así, ambientada en 1838, la película nos presenta al Conde Graf Orlok, un malévolo personaje que es visitado en Transilvania por Thomas Hutter, un agente inmobiliario enviado por Knock desde Wisborg para cerrar tratos con él relacionados con la adquisición de una casa.
Los poco disimulados cambios que hizo Murnau llevaron a que Florence Balcombe, viuda de Stoker tras la muerte del escritor en 1912, lo demandara por violación al derecho de autor. Se dice que la viuda de Stoker supo de la película mediante un anónimo que incluía el programa de un evento cinematográfico con acompañamiento de una orquesta que se había llevado a cabo en el jardín zoológico de Berlín en 1922, describiendo a la película como una adaptación libre de la obra de su esposo. Aunque se cree que nunca vio la película, demandó judicialmente una compensación económica y la destrucción de todas las copias e incluso de los negativos de la cinta.
El caso, llevado por los abogados de la British Incorporated Society of Authors, obtuvo sentencia favorable en julio de 1925, siendo condenado Murnau por un tribunal inglés a entregar los negativos y todas las copias de la película para que fueran destruidos. Afortunadamente para la posteridad, algunas de las copias ya habían sido enviadas a particulares en distintos países de Europa y Estados Unidos, quienes difundieron la cinta tras la muerte de Florence Balcombe en 1937.