"Fíjense en la historia. Todo lo que tenemos, todos los grandes logros, han surgido del trabajo independiente de mentes independientes y todos los horrores y destrucciones, de los intentos de obligar a la humanidad a convertirse en robots sin cerebros y sin almas, sin derechos personales, sin ambición personal, sin voluntad, esperanza o dignidad. Es un conflicto antiguo, tiene otro nombre: lo individual contra lo colectivo".
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Film cuestionado y, quizá, cuestionable. Pero magistral siempre.
El Manantial es ese tipo cine llamado “clásico” (¿?) en el están todos los elementos básicos que fundamentan al séptimo arte. Confluyen en esta obra: ideología, historias personales, aspectos sociales y conocimientos de arquitectura. Si hay algo que define este film es la fastuosa la secuencia final en el alegato del protagonista. Indispensable su visionado para resumir todo el fondo de cinta. La iniciativa individual frente al adoctrinamiento colectivo. Éste es el marco en el que se desarrolla la trama del film.
El joven arquitecto Howard Roark (Gary Cooper) está dispuesto a sacrificar su propia carrera para mantener su individualismo en una sociedad en la que se ha instalado el conformismo creativo.
Película, centrada en el mundo de la arquitectura, es un alegato en pro de la libertad creativa, no sólo como fundamento de la creación artística, sino como pilar mismo del progreso de la civilización humana. Basada en la novela de
Ayn Rand, es un homenaje a Frank Lloyd Wright, máximo exponente de la Arquitectura del siglo XX. Para conocer el trasfondo de la película que estamos tratando, es fundamental conocer biografía de este arquitecto que revolucionó el sentido estético arquitectónico.
Frank Lloyd Wright (1867–1959) es, junto a Le Corbusier, Alvar Aalto y Mies Van der Rohe, uno de los cuatro pilares que sostienen los fundamentos de la arquitectura de nuestro tiempo. Pero a diferencia de los tres maestros europeos, en su obra siempre se pueden apreciar las constantes que le identifican como un creador específicamente vinculado al espíritu norteamericano.
En 72 años de vida profesional construye 437 edificios, diseña otros tantos proyectos que no se harán realidad, mantiene una fecunda actividad docente y publica una larga serie de escritos. Toda su vida profesional tiene razón de ser una voluntaria renuncia a aceptar los límites establecidos por la sociedad y la cultura de su tiempo. Wright representa como pocos el carácter emprendedor de un país aún joven y lleno de confianza en las posibilidades de su futuro.
Wright redefine el espacio arquitectónico. Subraya la importancia del espacio interior de los edificios. Como el propio Wright afirmó: “El edificio no será, en adelante, un bloque de materiales de construcción elaborado desde fuera, como una escultura. El ambiente interno, el espacio dentro del cual se vive, es el hecho fundamental en el edificio, ambiente que se expresa al exterior como espacio cerrado”.
Frank Lloyd Wright. Casa de la Cascada 1936/39
Frank Lloyd Wright fue el máximo representante de la arquitectura orgánica, filosofía de la arquitectura que promueve la armonía entre el hábitat humano y el mundo natural. Pocos diseños en la obra de Wright ilustran tan bien el concepto de diseñar “de dentro afuera” como el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York, en el que la forma interior modela el exterior del edificio .
Wright trabajó de manera libre, con un estilo único y personal alejado de sus contemporáneos, lo que le permitió desarrollar un nuevo sentido de la arquitectura, que ha servido de influencia para muchas generaciones de arquitectos, en el que la forma del edificio quedaba supeditada a la función para la que éste era concebido
Sinopsis:
El arquitecto Howard Roark (Gary Cooper) se encuentra proscrito de la Escuela de Arquitectura por sus ideas novedosas respecto a los criterios establecidos en el mundo de la arquitectura.
Eso le lleva a asociarse con Henry Cameron (Henry Hull) veterano arquitecto fracasado en el ocaso de su vida precisamente por ser consecuente los mismos principios estéticos que defiende Roark. A Cameron, la lucha por un estilo propio, un estilo nuevo, le llevó a la ruina. Por eso antes de morir, recomienda al joven arquitecto que transija para no verse en la situación que él se encuentra. Pero Roark se niega a renunciar de sus principios.
Se nos plantea ya desde el inicio de la película el escenario de mundo caduco de ideas, edificios neogóticos, historicistas, carentes de un sentido arquitectónico acorde con el nuevo modelo de sociedad. Son reliquias del pasado.
Se supone que New York, podría haber sido la tierra de la renovación, que nos presenta todos los experimentos de la arquitectura moderna. En vez de eso, es consumida por la repetición de estilos de la antigua Europa.
Cuando fallece su socio-mentor Henry Cameron , a Roark se le ofrece un magnífico proyecto de un edificio. Lo desarrolla según los principios estructurales novedosos en los que él cree, pero, al final, al presentarlo a sus clientes, éstos le exigen ciertas modificaciones para hacer su obra más “del gusto general”.
Sus clientes le argumentan y exigen que se debe someter a sus gustos en cuanto que ellos son los que pagan sus servicios. Roark cuestiona en una sola frase todo el sentido de su forma de ver la vida: “yo no construyo para tener clientes. Yo quiero clientes para poder construir”. Es aquí donde aparece en escena Ellsworth Toohey (Robert Douglas), manipulando la escena anteriormente expuesta. Toohey es el crítico de arquitectura del periódico amarillista The Banner que dirige el magnate Gail Wynand (Raymond Massey) . Toohey defiende el estilo clásico, no sólo como forma de arte conceptual, sino como medio de dominio del hombre. De tal forma que Roark es justamente un enemigo dado que representa todo aquello que Toohey odia.
Roark es boicoteado y rechazado en todos los proyectos arquitectónicos. En esta situación, el protagonista renuncia al dinero y al reconocimiento social por no renunciar a sus principios y deja el trabajo como arquitecto.
Hasta que llega en momento en que se le ofrece un proyecto que puede desarrollar con plena libertad de elección en sus postulados arquitectónicos.
Roark es requerido por un millonario para construir un rascacielos. Realiza una obra prodigiosa de diseño estructuralmente innovador que causa conmoción social. Parece que al fin logrará construir lo que él desea.
Pero no es así.
Es en este momento cuando, a mi parecer, entra en juego otro elemento clave reflejado en la película: el poder de los medios de comunicación. El llamado “Cuarto poder”.
En esta fase de la película aparece en escena el periódico amarillista The Banner dirigido por Gail Wynand.
El periódico The Banner decide que, para aumentar su tirada, necesita buscar al un escándalo que sea del “agrado de sus lectores” y para conseguir su objetivo desata una campaña de prensa atacando brutalmente la obra realizada por Roark acusándola de atacar el bien social y crear pisos de lujo mientras en la comunidad existe gente que vive en chabolas.
Se nos presenta al director del Banner , Gail Wynand, como un hombre también fuerte como Roark, que manipula la opinión de las masas, hace a la sociedad un instrumento para desarrollar su poder. En su periódico da a sus lectores lo que quieren leer, no tiene ideología. En definitiva, el periódico es un medio, no un fin. Un medio para conseguir el dominio de las masas.
Significativa escena es aquella, en que, para cerrar un dialogo con el crítico de arte del The Banner, Gail Wynand dice una frase magistral: “ Señor Toohey, no me confunda con mis lectores”. Lo cual dice mucho de lo que piensa de los mismos.
Es esta fase cuando aparece el tercer personaje de los tres fundamentales en la película: Dominique Francon (Patricia Neal). Asesora de arte del Banner, al igual que Toohey.
Desde su aparición ya se intuye el triangulo que formarán Howard Roark - Dominique Francon -Gail Wynand como base de las relaciones emocionales que se vana a suceder en la película.
A través de unas perífrasis y giros sorprendentes, Roark y el director del Banner, Gail Wynand (no olvidemos, la persona que trató de hundir a Roark con su campaña de prensa en el periódico) acaban siendo amigos. Fundamento de esta unión: Dominique Francon.
El hombre pragmático (Wynand) con el idealista (Roark).
A partir de aquí, el desarrollo frenético de los acontecimientos habrá de desembocar en alegato de Roark que he referido al inicio de este escrito. 4 MINUTOS 17 SEGUNDOS magistrales
Lo individual contra lo colectivo
Voy a hacer referencia a algunas incoherencias que me parece existen en la película.
Veamos:
El desarrollo de la película se basa en la lucha entre los principios estéticos clásicos frente a la nueva una nueva visión estructural defendida por Roark y anteriormente por su mentor Cameron.
Pues bien. La película se filmó en 1949.
Pero el Empire State Building se acabó de construir en 1931. El Chrysler Building en 1930.
Ambos edificios emblemáticos, no sólo de la cultura americana sino mundial, se les ha considerado como enseña del art decó.
Viene esto a colación para decir que en 1949, cuando se filma la película, la idea de sistemas estructurales arquitectónicos caducos en la sociedad americana no es exactamente como se cuenta en la película. El art decó como arte ecléctico que es, recoge influencias pasadas formales y estilísticas. Pero el art decó ya tiene una clara identidad propia. Sin duda Frank Lloyd Wright rompió moldes con el decó, pero no se puede decir que no hubiera ya unas bases consolidadas de cambios formales.
Otra “pequeña” digresión me parece que es la actuación del periódico sensacionalista The Banner. Periódico destinado a una masa de personas no precisamente cualificada culturalmente (“las masas” como dice su director). Se hace raro que pudiera provocar una marea de indignación por una mera cuestión arquitectónica.
Pero estos, por llamarle de alguna manera, “fallos” no afectan para nada a la calidad de la película
Con una gran economía de medios (la época así lo exigía) la escenografía de edificios está muy bien lograda. Las reproducciones en maqueta, trasladadas a un contexto urbanístico, dan la escala y nos transportan a una realidad perfecta para la dinámica de la narración. Estando ahora en la época que estamos, en la era de los efectos especiales, es de subrayar el montaje de esta película (como las de muchas de las de su tiempo). Esto me lleva a una reflexión: no hay que confundir una narración audiovisual con cine. En los tiempos actuales, la gran mayoría de producciones son los espacios audiovisales los que conforman una narración. El Manantial es CINE. No hay 3D. No hay color. No hay sonido estereofónico. No hay digitalizaciones. No hay efectos especiales….Solo hay cine.
Y Ahora un breve referencia al actor principal; Gary Cooper.
Realmente uno de mis actores favoritos. Sobre todo, aquellos que le vimos de niños por primera vez en cines de sesión doble en Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952).
Quizá produce una pequeña “disonancia” la figura heroica que tenemos de Gary Cooper en el cine. Gary Cooper desde luego quedó marcado dentro del mundo de Hollywood por su colaboración en la
“caza de brujas” del Macarthismo entre 1950 y 1956 no deja de ser una losa en una imagen. Fue el delator de numerosos compañeros artistas.
De igual forma, quiero reseñar (a pesar de la escasez de medios) la enorme calidad de escenas de la película apoyadas exclusivamente en el lenguaje visual que logra el director, King Vidor.
Dentro de toda la iconografía de la película (que es mucha) me gustaría hacer referencia concreta a las imágenes de presentación de los despachos de H. Roark y Gail Wynand . En ambos casos King Vidor utiliza como apoyo de la narración un elemento visual contundente para que la primera impresión que nos entra por los ojos nos defina el personaje para el resto de la película. Está claro que esta habilidad la tiene Vidor desde sus orígenes en el cine mudo.
En el cine mudo se necesitaba contar, con un solo plano, lo que quizá necesitaría un largo parlamento cuando llegó el cine sonoro. Pero, lo que pudiera parecer una limitación para estos directores, se convierte en una ventaja al tener esa capacidad narrativa exclusivamente visual.
Como decía, el despacho del primero (Roark) existe un gran ventanal, ángulos rectos y sombras duras; es una manera muy clara de presentar el carácter del actor, su tipo de arquitectura.
Tras la puerta del despacho, se nos muestran tres fotografías de edificios de Roark, ¿quizás son de Frank Lloyd Wright? ¿No son acaso adaptaciones de edificios imitando la Casa de La Cascada de Wright? La verdad es que se parecen enormemente.
Interesante presentación del personaje y su entorno.
Por otro lado, el despacho de Gail Wynand en el Banner, inmenso, viéndose la ciudad imponente. Escaso de mobiliario. La primera vez que entra la cámara en el mismo, vemos el poder desplegado por el magnate que lo ocupa. En una sola toma ha quedado definido el personaje.
Este tipo de acciones son las que maneja genialmente King Vidor, que como hemos dicho, proviene de cine mudo, y es capaz con un solo plano, definir al personaje y, en unos segundos, ya sabemos de él lo necesario para introducirnos en la trama.
Ya quisiéramos que el cine actual fuera tan "simple", "lineal", "elemental", " pero tan rico, tan complejo, tan de verdad y, en definitiva, tan puramente cinematográfico.
Juan Carlos Marina Bilbao